Fue una tarde o una noche de junio
cuando descendías de tu universo
por el cordón de tu sangre a mi sangre.
Tu mirada eran dos tímidas garzas
volando con ternura cerca de mi nariz.
Bajo tus parpados color violeta
una vertiente marina y un aroma a sal
se movían en el aire.
Entonces volaba
hasta tu pupila vestido de astronauta
para entrar una y otra vez en tu vértigo
en tu colmena de pan y miel.
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